Con cien hombres me batí,
y a ti, te encontré entre escombros.
Luchamos juntos por algo
que sí se topa en el fondo.
A veces, tú eras más reacio,
si lo veía redondo.
Así pudimos entrambos
salir airosos, a hombros.
Los dos somos uno; al fin
y al cabo, en cualquier recodo:
tú eras libre, yo, pasión.
Un camino para pocos.
No es más que el del corazón
-¡que digan que estamos locos!-
Si hemos de morir, muramos,
aunque muramos del todo.
Si hemos de morir, que sea
sin que parezcan estorbos
las imprudencias de ayer,
hasta el punto de que, absorto,
parece el camino corto…
¿Quién habrá tan alicorto
por no pretender saber que
la vida se bebe a sorbos?