Vagabundea al igual
que el drogadicto,
con mono y sed
de lengüetazos.
Saliva seca hipocresía
por falta de cobijo.
Cuando gusta cesa en su meneo temeroso
y se retuerce en
su sucio abrigo terciopelo.
Se baba en sus párpados pesados
mientras le miro fijamente,
viendo borrachos y hemofílicos.
Pero cuando se me acerca
como vulgar cucaracha disecada,
deshago mi egoísmo
reprimiéndome en su hocico,
porque al fin y al cabo,
no soy más que un mero perro estercolero.
El perro estercolero
E