Si paulatinamente palidezco
y reconozco a dios en tu presencia:
el reo cree otra vez en su inocencia;
me abraza una ilusión que no merezco.
Oprime el pecho un mal que no padezco,
siento tristeza y gozo sin clemencia
y, muy a mi pesar de esta sentencia,
cual flor de mayo… ay, desenmudezco.
Giro como un yoyó frente al abismo
y ya no sé ni cómo yo me llamo
o si lo que me abrasa es fuego o hielo.
Lo único que sé es que fue así mismo
como confundí los ojos que amo
con que de pronto se me abriera el cielo.