Qué imponente se ve y se alza el castillo
sobre la cumbre de aquella montaña,
y desvalida, en cambio, la cabaña
hecha de paja; contiene otro brillo
que evoca lo cotidiano en España.
Frente a lo fastuoso, lo sencillo;
tal como el sol vierte un rayo amarillo
y doblega hasta la última pestaña.
Porque el castillo es ahora una ruina
del tiempo que no espera y siempre corre,
prisioneros en lo alto de una torre.
No así la cabaña que, al fin, termina
intacta tras los años —no se entera
de que ya es inmortal a su manera.