No logro apartarme de tu experiencia
tal vez que un gran sordo clamor me acusa;
dado que, día y noche, eres mi musa
y mi parlamento y mi quintaesencia.
Comprendo que no sea ninguna excusa
referirte lo que cualquiera aprecia,
bien que la sangre al corazón arrecia
de aquel que lo confiesa, y por intrusa.
Teniéndolo sellado a cal y canto
mi pobre corazón después de tanto,
no es justo así que hoy no te fastidie.
Y ya sé que no hay vida que no envidie
herida tan profunda, que dimidie,
pues por estar… estoy muerto de espanto.